domingo, 28 de agosto de 2011

Hola mamá, soy bi (1)

Hoy tengo que ver a mi madre, después de dos semanas en que no hemos tenido comunicación, ella en su vida, yo de viaje. Cada vez que la veo tengo que contener el aliento, siempre quiere salir la verdad de mi boca, cómo le digo a la mujer que me engendró que no sólo me gustan los hombres, sino que me encantan las mujeres.

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Hace semanas conocí a Marissa, mujer de sonrisa encantadora, labios de tentación y piernas de pecado. Hicimos clic instantáneo, ella es alegre, inteligente y sexy como ninguna. Desde que la conocí supe que era lesbiana, no me importó, cada quién con su culito lo que quiera, ¿no?

Siempre que la veía solíamos tomar un café, siempre la misma tónica: trabajo, familia, relaciones, asuntos cotidianos... Yo solía pedir un capuccino helado y ella un frapuccino con crema batida extra, decía que era su placer culpable...

Al principio no supe qué fue lo que me atrapó, pero de repente no podía faltar a las tardes de café con Marisa, en una ocasión, cuando estuve a punto de no ir, casi terminé llorando de desolación en el escritorio de mi trabajo, no era posible, no podría verla. La llamé, con las lágrimas en la garganta le expliqué que no podría llegar, con esa voz tan sexy que tiene me contestó: nena, relájate, yo te espero a que salgas, ¿ok? no te desesperes, yo aquí voy a estar esperándote. Colgué unos momentos después, nunca había trabajado tan rápido, pero hice lo que pude para salir lo más pronto posible. Cuando llegué al lugar, ella ya me esperaba tomando su frapuccino, estaba haciendo lo de siempre, tomar la crema batida con su dedo índice y llevárselo a la boca, y entonces, mientras observaba algo que varias ocasiones vi, me estremecí.

Había algo sobre Marisa que era tan excitante, o quizá no era algo sino la combinación de todo su ser lo que era excitante, y ahora yo me sentía atraída por ella. Me asusté y me quedé de piedra unos segundos, qué me pasaba, ¿no se supone que a mí no me gustaban las mujeres? Ella levantó la vista y me vio, se levantó y me abrazó como siempre suele hacerlo, pero esta vez noté sus senos aplastados contra los míos, el ligero roce de sus piernas descubiertas contra mi pantalón, sus brazos rodeándome, su suave mejilla acariciando la mía.
- Hola, bonita. ¿Lista para un café?

Por primera vez la plática no fluía como siempre, varias ocasiones me sorprendí mirando el escote de Marisa, sus labios moviéndose al hablar, sus piernas cruzadas...

- Nena, qué pasa contigo hoy, estás muy distraída.
-Nada, perdona...

Una parte de mí se dio cuenta de que Marisa algo sabía, su actitud era abiertamente coqueta; a propósito, ahora lo sé con seguridad, acariciaba su cuello y bajaba las manos al inicio de sus senos, jugaba con su cabello. Y tan inmersa como estaba en su juego, disfruté cada instante.

(continuará)

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